Mucho antes de que México se hiciera famoso por sus elegantes botellas de cerveza y sus abrasadores tragos de tequila, los vinicultores pioneros ya estaban plantando viñedos y creando las primeras cosechas del Nuevo Mundo. Prohibida en el siglo XVII por la corona española y posteriormente eclipsada por las cervecerías y destilerías locales, la otrora floreciente industria regresa ahora en tres valles semidesérticos situados a escasos kilómetros al sur de la frontera estadounidense.
Las 22 bodegas que salpican los valles de San Vicente, Santo Tomás y Guadalupe, cercanos a la localidad turística de Ensenada, en el estado de Baja California, están llamando fuertemente la atención tanto en México como en otros países. Aunque la producción es escasa, de sólo a un millón y medio de cajas al año, los tintos y blancos producidos en la región, de 3.000 hectáreas, han ganado más de 20 medallas en ferias de Europa y América durante el último decenio. "La calidad de los vinos procedentes del valle de Guadalupe se ha multiplicado por cien desde principios de la década de 1990", dice el profesor ade cata californiano Dominic Colangelo, mientras prueba una copa de cabernet sauvignon en la sombreada bodega Monte Xanic. "Dentro de cinco o diez años estarán produciendo algunos vinos verdaderamente excepcionales". Ayudados por técnicos vinícolas y enólogos procedentes de lugares tan distantes como Chile e Italia, los productores mexicanos han invertido millones de euros en cepas y en equipo de última generación para devolver la pujanza a la industria vitivinícola local.
Las 22 bodegas que salpican los valles de San Vicente, Santo Tomás y Guadalupe, cercanos a la localidad turística de Ensenada, en el estado de Baja California, están llamando fuertemente la atención tanto en México como en otros países. Aunque la producción es escasa, de sólo a un millón y medio de cajas al año, los tintos y blancos producidos en la región, de 3.000 hectáreas, han ganado más de 20 medallas en ferias de Europa y América durante el último decenio. "La calidad de los vinos procedentes del valle de Guadalupe se ha multiplicado por cien desde principios de la década de 1990", dice el profesor ade cata californiano Dominic Colangelo, mientras prueba una copa de cabernet sauvignon en la sombreada bodega Monte Xanic. "Dentro de cinco o diez años estarán produciendo algunos vinos verdaderamente excepcionales". Ayudados por técnicos vinícolas y enólogos procedentes de lugares tan distantes como Chile e Italia, los productores mexicanos han invertido millones de euros en cepas y en equipo de última generación para devolver la pujanza a la industria vitivinícola local.
fuente: elmundovino
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