martes, 23 de junio de 2009

tempranillo blanco

En 1988, Jesús Galilea trabajaba su viña riojana de cepas viejas de tempranillo cuando se percató de que en una de las cepas todos los pulgares presentaban sarmiento con uva tinta, excepto uno que produjo racimos con bayas blancas.

Sabio viticultor, con cuidado podó el racimo, asegurándose de dejar el pulgar, del cual posteriormente nacieron dos yemas. Pero además de eso, Galilea compartió su fortuito hallazgo con el Centro de Investigación y Desarrollo Agrario (CIDA) del Gobierno de La Rioja que, poco después, lo plantó y reinjertó para estudiar el comportamiento de esta nueva variedad de vid. Tinto y blanco El tempranillo blanco es una mutación genética natural del tempranillo tinto que se produce debido a alteraciones en los eslabones de los genes responsables de adscribir color a la baya. Se presume que esto se debe a factores ambientales. El que el tempranillo blanco se reproduzca como planta asexual, a través de un único sarmiento por multiplicación vegetativa, permite que se mantengan los genes idénticos, como un solo clon. En 1993, y luego de observarse la estabilidad de los caracteres de la variedad, es decir, que la mutación no se había revertido, se comenzó a multiplicar hasta disponer de un centenar de plantas para estudiar su comportamiento vitícola y valorar su aptitud para usarse en la elaboración de vino. Entre los tempranillo tinto y blanco hay más similitudes que diferencias. De las últimas, la principal es el color, verde-amarillo en el blanco y azul-negro en el tinto, pero también se observa que el tempranillo blanco tiene hojas, racimos y bayas más pequeños que el tinto. Al igual que éste, el blanco es también de ciclos cortos y manifiesta una similar sensibilidad a las plagas y enfermedades que afectan su cultivo. El tempranillo blanco es una variedad de producción media, vigor medio-alto y alta graduación alcohólica. Tiene muchos racimos, pero pequeños y de peso mediano.

una nota de cata que he encontrado:

El vino experimental que catamos, 100% tempranillo blanco sin barrica, se embotelló el mismo día de la degustación. De color frontera entre verde y pajizo, fue tímido en sus aromas, y aunque luego se abrió un poco, no fue particularmente expresivo. Reveló aromas con notas florales y frutas tropicales, como la piña, pero siempre de manera discreta. En boca es muy refrescante, quizás le falte un poco de acidez, pero destaca, sobre todo, por su gran elegancia y sutileza. Interesante, porque contrario a otros vinos que pueden ser diez en cada una de sus partes, pero no como un todo, en éste, los elementos individuales no son fuegos artificiales, pero en conjunto producen un vino altamente placentero.


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