miércoles, 14 de julio de 2010

pinot noir, la nueva moda chilena

Los suelos y el clima entre Biobío y Osorno atraen a emprendedores que están invirtiendo para elaborar vinos de alto precio. La dificultad es la escasa experiencia en la producción de esta cepa en la zona, pero hay resultados muy prometedores.

Eduardo Moraga Vásquez
Pino radiata, molduras, paneles de madera. La vida de los hermanos Porte es el negocio forestal. Desde que llegaron de Francia en 1978, Christian y Olivier trabajaron duro para levantar Madexpo. Y han tenido éxito, desde su sede en Osorno industrializan anualmente más de 300 hectáreas de bosques en las regiones de Los Ríos y Los Lagos.

Hasta ese punto, la de los Porte podría ser la típica historia de éxito de emprendedores sureños. Después de todo, los principales rubros australes son el forestal, el trigo y la leche.

Sin embargo, la sangre gala terminó por pasarles la cuenta el año pasado. Luego de varias temporadas de experimentos, que sólo conocían sus familiares y amigos más directos, dieron un golpe a la cátedra en la agricultura de la provincia de Osorno. En su campo a orillas del río Bueno, entre Trumao y Quilacahuín, plantaron casi tres hectáreas con parras de pinot noir en 2009.

Las plantas, colocadas en una fuerte pendiente con exposición norte, no sólo desafían la lógica sureña sino que también la del negocio viñatero. Las parras están en una zona tan sui generis, que no hay una apelación geográfica específica para ellas. De hecho, la mayor parte del pinot noir chileno se encuentra en los valles costeros de Casablanca y Leyda, más de 800 kilómetros al norte.

Provenientes del pueblo de Gien, en la región de Loire, a un centenar de kilómetros de la Borgoña, el epicentro mundial del pinot noir, Christian y Olivier, traían en su ADN el cariño por la delicada cepa tinta. Sin conocimientos de viticultura ni enología, en 2001 hicieron un ensayo con 300 plantas en el campo a orillas del río Bueno. Los hermanos sólo querían sacar un vino para el consumo familiar. Después de todo, el paisaje osornino tenía similitudes con el borgoñón. Sin embargo, cometieron todos los errores posibles, desde la forma de podar hasta como procesar la escasa uva que lograban obtener. Así estaban hasta que un amigo en común les presentó a Louis-Antoine Luyt, el viñatero detrás de Clos Ouvert. Luyt vinificó las uvas de los Porte de la vendimia 2008. Por primera vez manos expertas se hacían cargo de ellas. El resultado llamó la atención de Luyt y les hizo ver que tenían un diamante en bruto. Con esa bendición, plantaron las tres hectáreas de pinot noir el año pasado.

"Por la zona en que estamos ubicados contamos con la posibilidad de tener un pinot noir con una mejor expresión de fruta y con menos alcohol", explica Christian Porte. Su proyección es que en cuatro años más, las primeras botellas de pinot osornino saldrán al mercado.

Lo interesante es que no se trata de la locura de un par de franceses que extrañan su terruño. Un puñado de emprendedores está apostando al sur de Chile como zona productora de pinot noir de alta calidad.

Nicolas Potel, una de las estrellas emergentes de la Borgoña, lanzó un joint venture con Viñedos Córpora, de propiedad de Pedro Ibáñez, para vinificar bajo su propio nombre algunos lotes de los pinot noir que la compañía tiene en Negrete, en la frontera entre las regiones del Biobío y La Araucanía.

En tanto, Felipe de Solminihac ya da que hablar con el lanzamiento de su Sol de Sol pinot noir 2008. El vino salió al mercado recién en marzo y proviene del mismo campo de Traiguén, en plena Araucanía, del que proviene su célebre chardonnay, uno de los mejores de Chile.

fuente: diario.elmercurio.cl

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