Al inicio de la primavera, aún en marzo, la vid empieza a nacer. Por la planta corre la savia -sustancia líquida que circula por los vasos conductores y de la que se nutren sus células- y aparecen los brotes o yemas, que marcan el principio de un nuevo ciclo anual. En los meses de marzo y abril brotan sobre los desnudos sarmientos -ramas leñosas- los pámpanos -brotes o tallos nuevos, verdes, tiernos y delgados-, que crecerán hasta convertirse en hojas. La vid despierta de su letargo invernal y tras su periodo de reposo, se efectúa una primera cava -movimiento o labor del terreno- y se entierran las malas hierbas. La tierra se labra, se abona y se trata para eliminar los insectos nocivos. De esta forma se airea para favorecer un nuevo crecimiento de las raíces y el conjunto de la vida del suelo se reactiva. En esta época es cuando surge el primer peligro importante para la planta: las inoportunas heladas primaverales.
La Vieja Zorra Selección Especial 2019
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